lunes, 6 de abril de 2009

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La Merienda

El otro día, hablando en casa salió el siguiente tema: "¿Cómo puede ser que nuestros padres se hayan olvidado de la mejor comida del día, la merienda?". La generación de los nacidos en los 80 no podemos negar, que tenemos una tradición culinaria adquirida de nuestra adolescencia, la merienda.

Si intentas mirar hacia atrás y recordar las meriendas de antaño, seguro que recuerdas a tu madre, sentada en el banco del parque entregándote un paquete sorpresa envuelto en papel albal. Ese era uno de los momentos cúlmen de la tarde. Mucha tensión, intriga... ¿Que sorpresas nos aguardaban en el interior de ese brillante paquete? ¿Qué combinación de sabores iban a inundar esa tarde nuestro paladar?... todo un reto...

En el momento de abrir la merienda nos encontramos con un 50% de posibilidades de que nuestra tarde de juegos se nos arruine por completo si no nos gusta lo que nos han preparado o que todo se transforme en un paraiso de sabores y disfrute si por el contrario lo que nos encontrábamos era de nuestro agrado. Vamos a empezar analizando la parte mala, para quitarnos rápido todos los traumas.

Todos los niños teníamos una merienda maldita, algo que al verlo ya empezaba a provocarnos arcadas bien profundas. Yo os voy a contar cual era mi merienda maldita. Lo que no podía aguantar bajo ningún concepto y sigo sin tragarlo muy bien (seguro que alguno se me enfada) es.... redoble.... los bocadillos de Mortadela.... y mucho peor si era mortadela de esa con aceitunas... se me fastidiaba toda la merienda. Según iba pegándole mordiscos al bocadillo, se me iba formando una pasta en la boca y me era imposible traspasarlo a la garganta. La bola en la boca se ma iba haciendo más grande a la vez que los mordisquitos eran cada vez más pequeños. Cada vez que me acercaba el bocadillo a la boca arrancaba una miguita de pan y me lo metía en la boca, con la consiguiente bronca por parte de mi madre, que acababa dándome el bocadillo trocito a trocito, introduciéndome su mano hasta asegurarse que el bocado llegaba hasta mi estómago. Esto provocaba la risa, mofa y cachondeo, aparte de un gran rechazo por parte de todos los niños del parque. Otro trauma más a mi lista...

Ahora, y para borrar todos estos malos recuerdos vamos a recordar las meriendas buenas, las que recordaremos de por vida. Una de mis favoritas era el famoso "Sandwich de mantequilla con azúcar". Una maravilla culinaria que mezclaba la suavidad de la mantequilla con el ligero crujir del azúcar. Pero este tenía un problema. Si tu madre no había extendido muy bien la mantequilla te encontrabas con toda la salsa en el medio, dejando las esquinas vacías, por lo que acababas comiendo pan de molde sólo.

Para terminar vamos a recordar la que podriamos denominar como "merienda épica sin antecedentes y memorable". Seguro que muchos de vosotros recordaréis los ¡¡¡ bocadillos de chocolate !!!!. Pan crujiente con una gran tableta de chocolate (blanco o negro, eso ya va por gustos) ni muy dura ni muy deshecha en su interior... un placer para tus papilas gustativas... que hambre me está entrando...

Espero que al terminar de leer este post os lancéis como locos a la cocina para rememorar estas viejas recetas culinarias que a la vez de sencillas son una pasada para transportarnos a nuestra infancia sin necesidad de viajes en el tiempo, que siempre son un engorro.

¿Se me olvida alguna merienda mítica?
 
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